David llora la muerte de su hijo
191Entonces el rey se estremeció, subió al mirador de encima de la puerta y se echó a llorar, diciendo mientras subía:
-¡Hijo mío, Absalón, hijo mío! ¡Hijo mío, Absalón! ¡Ojalá hubiera muerto yo en vez de ti, Absalón, hijo mío, hijo mío!
2A Joab le avisaron:
-El rey está llorando y lamentándose por Absalón.
3Así, la victoria de aquel día fue duelo para el ejército, porque los soldados oyeron decir que el rey estaba afligido a causa de su hijo. 4Y el ejército entró aquel día en la ciudad a escondidas, como se esconden los soldados abochornados cuando han huido del combate.
5El rey se tapaba el rostro y gritaba:
-¡Hijo mío, Absalón! ¡Absalón, hijo mío, hijo mío!
6Joab fue a palacio y dijo al rey:
-Tus soldados, que han salvado hoy tu vida y la de tus hijos e hijas, mujeres y concubinas, están hoy avergonzados de ti, 7porque quieres a los que te odian y odias a los que te quieren. Hoy has dejado en claro que para ti no existen generales ni soldados. Hoy caigo en la cuenta de que aunque hubiéramos muerto todos nosotros, con que Absalón hubiera quedado vivo, te parecería bien. 8Levántate, sal a dar ánimo a tus soldados, que ¡juro por el Señor!, si no sales esta noche, te quedas sin nadie, y te pesará esta desgracia más que todas las que te han sucedido desde joven hasta ahora.
9El rey se levantó, se sentó a la puerta y avisaron a todos:
-¡El rey está sentado a la puerta!
Todos acudieron allá.
Vuelta de David
10Los israelitas de Absalón habían huido a la desbandada. Y por todas las tribus de Israel la gente discutía:
-El rey nos libró de nuestros enemigos y nos salvó de los filisteos. Si ahora huyó del país fue por culpa de Absalón. 11Absalón, al que ungimos rey, ha muerto en la batalla; así que ¿por qué estáis cruzados de brazos y no traéis al rey a su palacio?
12La propuesta de todo Israel llegó a oídos del rey, que envió esta orden a los sacerdotes Sadoc y Abiatar:
-Decid a los concejales de Judá: <<No os quedéis los últimos en llamar al rey. 13Sois mis parientes, de mi carne y sangre. No os quedéis los últimos en llamar al rey>>. 14A Amasá decidle: <<Eres de mi carne y sangre. Que Dios me castigue si no te nombro de por vida general en jefe de mi ejército en vez de Joab>>.
15David se ganó a todos los de Judá, que le siguieron como un solo hombre, y le mandaron este ruego:
-Vuelve con todos tus hombres.
16El rey volvió y bajó al Jordán, mientras los de Judá iban a Guilgal al encuentro del rey, para acompañarlo en el paso del Jordán.
17Semeí, hijo de Guerá, benjaminita, de Bajurín, con mil de su tribu, se apresuró a bajar al encuentro del rey David y los de Judá. 18Por su lado, Sibá, criado de la familia de Saúl, con sus quince hijos y sus veinte criados, atravesaron la corriente del Jordán frente al rey, y puestos a disposición del rey, 19ayudaron a pasar el vado a la familia real. Semeí, hijo de Guerá, se postró ante el rey cuando éste iba a pasar el Jordán 20y le dijo:
-No me tomes en cuenta, majestad, de mi delito: no recuerde la mala acción de un servidor cuando vuestra majestad salía de Jerusalén; no me la guarde. 21Un servidor reconoce su pecado; pero, de toda la casa de José, he venido yo hoy el primero para bajar al encuentro de vuestra majestad.
22Abisay, hijo de Seruyá, intervino:
-¿Y vamos a dejar vivo a Semeí, que maldijo al ungido del Señor? Semeí maldijo al ungido del Señor, ¿vamos a dejarlo vivo por esto que ha hecho hoy?
23Pero David habló:
-¡No te metas en mis asuntos, hijo de Seruyá! No me tientes. Siento que hoy vuelvo a ser rey de Israel. ¿Vamos a matar hoy a un hombre de Israel?
24Luego dijo a Semeí:
-No morirás.
Y se lo juró.
25Meribaal, nieto de Saúl, bajó al encuentro del rey. No se había lavado los pies, ni arreglado la barba, ni lavado la ropa desde que tuvo que irse el rey hasta el día en que volvía victorioso. 26Y cuando desde Jerusalén llegó adonde el rey, éste le dijo:
-Meribaal, ¿por qué no viniste conmigo?
27Respondió:
-Majestad, mi siervo me traicionó. Porque yo me dije: <<Voy a aparejar la burra para montar y marcharme con el rey>> (porque tu servidor está cojo). 28Pero mi siervo me calumnió ante vuestra majestad. Con todo, vuestra majestad es como un enviado de Dios; haz, pues, lo que te parezca bien. 29Que no son reos de lesa majestad todos los de la familia de mi padre, sino sólo unos cuantos. Además, me sentaste a tu mesa, y eso que ¿qué derecho puedo yo reclamar ante el rey?
30El rey le dijo:
-¿Por qué estás hablando sin parar? Lo digo: tú y Sibá os repartiréis las tierras.
31Meribaal respondió:
-Puede llevárselo él todo, una vez que vuestra majestad vuelve a casa victorioso.
32Por su parte, Barzilay, el galaadita, bajó desde Roguelín y siguió hasta el Jordán para escoltar al rey en el río. 33Barzilay era muy viejo, tenía ochenta años; había sido proveedor real mientras David residía en Majanain*, porque Barzilay era de muy buena posición.
34El rey le dijo:
-Tú pasa conmigo, que yo voy a ser tu proveedor en Jerusalén.
35Barzilay repuso:
-Pero ¿cuántos años tengo para subir con el rey hasta Jerusalén? 36¡Cumplo hoy ochenta años! Cuando tu servidor no distingue lo bueno de lo malo, no saborea lo que come o bebe, ni tampoco ni oye a los cantores o a las cantoras. ¿Para qué voy a ser una carga más de su majestad? 37Pasaré un poco más allá acompañando al rey, no hace falta que el rey me lo pague. 38Déjame volver a mi pueblo, y que al morir me entierren en la sepultura de mis padres. Aquí está mi hijo Quimeán, que vaya él, y lo tratas como te parezca bien.
39Entonces dijo el rey:
-Que venga conmigo Quimeán, y yo lo trataré como te parezca bien. Y todo lo que quieras encomendarme, yo lo haré.
40La gente pasó el Jordán. Lo pasó también el rey; luego abrazó a Barzilay, lo bendijo y Barzilay se volvió a su pueblo.
41El rey siguió hasta Guilgal. Quimeán iba con él. Todo Judá y medio Israel acompañaban al rey. 42Y los israelitas fueron al rey a decirle:
-¿Por qué te han acaparado nuestros hermanos de Judá y han ayudado al rey, a su familia y a toda su gente a pasar el Jordán?
43Pero todo Judá respondió a los de Israel:
-¡Es que el rey es más pariente nuestro! ¿Por qué os molestáis? Ni hemos comido nosotros a costa del rey ni hemos sacado provecho.
44Los de Israel respondieron a los de Judá:
-¡Nos tocan diez partes del rey, y además somos el primogénito! ¡No nos despreciéis! ¿No hemos sido los primeros en hacer volver al rey?
Pero los de Judá les respondieron todavía más fuerte.
Explicación.
19,1-9 El parecido con la muerte del hijo de Betsabé sirve para subrayar la diferencia. Entonces era el hijo recién nacido, ahora es el hijo que ha visto crecer; entonces supo rehacerse virilmente, ahora necesita el reproche enérgico de Joab. Hasta ahora David ha llamado a Absalón "el muchacho", ahora grita "hijo mío" ocho veces: grito único que domina el silencio de la tropa.
El autor subraya también el tema del día: "Aquel día", "hoy", en frases narrativas y en boca de Joab. Terrible el día en que la victoria se convierte en luto, en que David revela su debilidad paterna, y su general se la reprocha con libertad. Ese día puede desmbocar en la noche fatal, en que David lo pierda todo. Joab habla con lógica militar y política: tantas vidas salvadas, el honor de la tropa, el desorden de los sentimientos. Estas palabras dan mayor relieve al dolor de David, incapaz de odiar al hijo que lo odiaba, absorto en la pérdida de una sola vida irrecuperable. Pero el rey escucha el consejo de su general en silencio.
19,10-44 La vuelta de David repite al revés la salida de Jerusalén, y también está construida en una serie de breves escenas representativas. Son casi los mismos personajes, sobre un fondo coral no menos importante:
19,10-16: Israel y Judá.
19,17-24 Semeí.
19,25-31: Meribaal.
19,32-40: Barzilay.
19,41-44: Israel y Judá.
Dominada la sublevación con la muerte del cabecilla, el pueblo se apresura a expresar su fidelidad a David: si ha logrado superar esta crisis gravísima, habrá que contar con él como rey. Veleidad en muchos, resignación en algunos, esperanza en otros, restablecen la monarquía de David. Pero la división profunda entre Israel y Judá no se ha curado en un solo día. Es muy significativo que un aventurero pueda explotar tan pronto esta división, para embarcarse en una nueva revuelta.
19,10-16 Las palabras de los israelitas tienen un paralelismo tan marcado y un ritmo tan perfecto, que parecen cita de unos versos exaltando las hazañas de David contra los filisteos. El recuerdo se convierte en esperanza.
Los de Judá, sumados en gran parte a la sublevación, temen quizá represalias de David. El rey invoca los lazos de sangre, ofreciendo implícitamente una reconciliación; además provoca los celos. David pretende una aceptación total y unitaria del pueblo, quiere ser llamado antes de venir.
19,14 Con esta oferta al pariente Amasá castiga la desobediencia de Joab y se asegura la fidelidad de las tropas de Israel.
19,15 Así comienza una doble marcha, de levante y de poniente, hacia el Jordán: el río será escenario de la reconciliación general y signo de la nueva entrada de David en su reino. Desde Los Castros bajan hacia los vados de Jericó; Guilgal se encuentra enfrente, a unos 5 kilómetros del río.
19,17-24 Semeí se dice de la casa de José, que al principio abarcaba Efraín y Manasés y más tarde designa a todo el reino del norte. En rigor es de Benjamín, de la tribu de Saúl; pero se suma al grupo de Judá para llegar entre los primeros.
Sibá también es benjaminita, criado de Meribaal; tiene mucho empeño en mostrarse solícito por el rey.
Las palabras de Abisay son eco de las que pronunció contra el mismo Semeí a la salida (16,9-10). Semeí ha apelado a la misericordia, y David rechaza como tentación el grito de venganza.
19,20 Sal 32,2.
19,22 2 Sm 16,9s.
19,23 1 Sm 11,13.
19,25-31 Es difícil averiguar hasta qué punto son verdaderas las razones de Meribaal; por lo visto, tampoco David logra discernir el valor de las acusaciones mutuas, y sentencia sin volverse del todo atrás ni comprometerse. Sibá podrá estar contento con la mitad de las tierras, Meribaal con no haberlo perdido todo. La frase final puede ser de cortesía.
19,28 2 Sm 14,17.
19,29 Otros traducen: "Los de la familia de mi padre no son reos de lesa majestad".
19,32-40 El episodio de Barzilay cierra apaciblemente la breve etapa de Transjordania, antes de que se encienda la nueva sublevación. Contrasta la melancólica resignación del viejo con la vida agitada del rey y su corte. Barzilay se ha asomado brevemente a las páginas de la historia con algo de patriarca, un poco de Abrahán ante Melquisedec. Los años, que no le dejan distinguir los sabores, le permiten saber que es mejor dar que recibir. No ha perpetuado su nombre el hijo que va a la corte, sino esta página sencilla; y su memoria es bendita.
19,33 * = Los Castros.
19,35-36 O bien: "¿Cuántos años me quedan?" El anciano sentencia sabiamente: no son peores las cosas de ahora, es él quien no puede ya gustarlas.
19,42-44 Estos versos completan el tema de la vuelta y preparan la nueva revuelta. La discusión está concentrada en un par de frases. Por una parte muestran que continúan las viejas rencillas entre norte y sur; véanse Jue 8,1-3 (Gedeón) y 12,1-7 (Jefté); por otra parte muestran que David no ha logrado unificar profundamente a su pueblo, pues incluso el rey puede ser objeto de discordia.
Los de Judá invocan el parentesco, los de Israel el número, y ninguna de las dos razones sirve para apaciguar. David no sabe invocar razones superiores, políticas o religiosas. Al declinar sus años, se alarga y ensancha fatalmente la grieta de su reino. El hombre que se ha despedido del anciano Barzilay ya no es un joven con vigor creativo.
No es probable que la rebelió de Sebá sucediese allí mismo. Como el pretexto son las divisiones entre Israel y Judá, el autor ha querido empalmar las dos rebeliones, mostrando la continuidad dialéctica de los sucesos. La espada anunciada por Natán sigue desenvainada contra David.
La voluntad de estilizar del narrador se manifiesta también cuando habla de "los israelitas": en realidad, y a pesar de los temores de David, Sebá no consiguió ganar muchos adeptos ni excitar el entusiasmo. No basta el descontento, hace falta además una persona que lo concentre y lo alce como bandera; Sebá no posee la personalidad de Absalón; es "un desalmado", dice el autor por toda presentación.
El episodio es grave sólo como síntoma, y el narrador quiere despacharlo rápidamente. Incluso nos distrae con la escena de Joab y Amasá.
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